Desde las culturas más primitivas hasta la actualidad, la figura del dragón -Drache en alemán- ha sido un símbolo universal que ha pervivido en oriente y en occidente encarnando el mito del monstruo y la representación del diablo, pero también la imagen del animal o de aquello que hay de animal en nosotros mismos. Con el nombre de Drache Oriol Espinal ha dado título al conjunto de sus últimos trabajos -digamos esculturas u objetos dragontinos- surgidos de la voz del silencio, del grito de guerra que el artista ha proferido durante el combate solitario librado al abrigo de su interior. Y podemos decir que Oriol Espinal ha pasado la prueba, como Sigfrido, Perseo, Apolo y los dioses solares que vencen al dragón para devenir héroes. Al igual que el héroe, el artista tiene un lidia permanentemente entablada con el arte. Por este motivo, todas las obras de Oriol Espinal inspiradas en este combate simbólico contra el dragón son objetos relacionados con dicho conflicto: estelas, escudos, trofeos, objetos rituales, etc. Es decir, el artista como gladiador envuelto en las herramientas del arte, solo ante la fiera, solo ante sí mismo. Como metáfora de este combate, el artista ha tomado la piel del dragón, su rugosa superficie de escamas como símbolo e invoca al dragón y a los héroes míticos que lo han vencido. De este modo, con esta lucha paciente y diaria, se erige en poeta del tiempo ritual para los preparativos del combate remachando una a una las escamas de plomo del monstruo que vive en nuestro interior. Drachenberg es el escenario para un combate, el monumento dedicado al dragón Fafner, cuyo corazón fue ingerido por el héroe Sigurdh, quien de este modo posibilitará que el alma y la sabiduría del vencido revivan en la del vencedor. Esta suerte de monumento guarda en una urna elevada al durmiente dragón-serpiente justo antes del combate. Relacionado con Fafner, tenemos también la Drachenwunde, que es la puerta para morir y la puerta para renacer, metáfora de la lucha del hombre nuevo contra el hombre viejo, la misma que el artista viene de llevar a cabo con su propio pasado, al cual vence aunque sea a costa de un cierto grado de autoinmolación. Este proceso de regeneración lo explica muy bien Franco Cardini cuando dice que el héroe sabe ciertamente que el hecho de enfrentarse con su dragón significa guerrear consigo mismo, suicidarse como hombre viejo para resurgir como hombre nuevo. Otra serie de obras de esta exposición, más objetuales, son las tituladas Trofeo de Héroe, las cuales toman la piel del dragón como elemento fundamental de su composición. Destacan el Disco para un ceremonial, donde se invocan las cualidades del héroe (audacia, misterio, destreza, dolor, crítica, humor, ingenio, sabiduría, locura, soledad, paciencia), el Objeto para un ritual, la Estela para el augur o el Escudo-Escama. Es de este modo como en todo este conjunto de obras, Oriol Espinal invoca los espíritus contrarios en una guerra sin tregua y sin pactos posibles: vida y muerte, viejo y nuevo, dios y diablo, ángel y demonio, luz y oscuridad, arte y no arte. Idea de regeneración, de resurgimiento de uno mismo, pero no a partir de las cenizas, sino del acto de devorar en vivo el corazón del dragón que anida en nuestras entrañas.